
Ayer por la mañana, Francisco Rivera Ordóñez se despachaba a gusto en Madrid a la salida de la Fiscalía de Menores, lanzando sus dardos envenenados porque no son comparables sus denuncias ante el Defensor del Menor sobre el derecho a la privacidad de su hija Cayetana con torear con su bebé en brazos. «El respeto al menor debe ser absoluto, pero yo soy su padre y puedo decidir dónde se ve a mi hija y dónde no. Lo que hace daño, en el caso de Cayetana, no es que se le vea la cara, sino las cosas que se dicen delante de ella», explica el torero. «Es llegar con mi hija a cualquier sitio y que escuche preguntas desagradables o que tengamos un coche persiguiéndonos. Se le hace un daño psicológico y siempre lo voy a denunciar», enfatiza, y dice que lo hace también «por todos los hijos de padres famosos».
Por la tarde, en Sevilla, en el acto de presentación de los combinados premium del whisky Dewar’s, el torero, más calmado, se mostraba agradecido al fiscal «porque no vio indicios de que la niña hubiese corrido riesgo y no ve motivos para ponerme una sanción». Enfatiza que, «con las cosas tan importantes que pasan en España, que me hayan cogido a mí los antitaurinos para meterse con el mundo del toreo es indignante. Esto es un ataque al toro y nos han machacado». Explicó cómo la polémica ha afectado a su familia: «Lo hemos pasado muy mal porque la acusación era grave».