
¿Qué diablos le ocurre a Madonna? Un histerismo que linda con la postración asedia a sus patidifusos seguidores. Anda la diva desquiciada. A la deriva y sin faldas. Qué difícil seguir las locas ondas gravitacionales emitidas por una cantante empeñada en renacer como agujero negro de la que fue. Para muestra, la que lió esta semana durante su concierto en Brisbane (Australia). Subió a una fan al escenario y, como quien no quiere y delante de varias decenas de miles, le bajó el top y dejó a la chavala con las lolas al aire. «Uy, acoso sexual», bromeó Madonna. Unos días antes, en Melbourne, lloriqueó micrófono en mano mientras sorbía tequila y largaba sobre su hijo de 15 años, Rocco Ritchie, que al parecer está harto de giras y prefiere vivir con su padre, el director de cine, y ex marido de Madonna, Guy Ritchie. Un delirio prologado por uno anterior, en Nueva Zelanda, cuando proyectó en pantalla gigante una fotografía del nene y explicó al respetable que «tiene 15 años, y es cierto, no existe amor más grande que el de una madre por su hijo, y si sigo hablando de él podría llorar... Me gustaría dedicarle esta canción. Es una declaración de amor a un hombre, y sé que él lo será algún día. Ojalá escuche esto allí donde esté y sepa cuánto lo extraño».
Con maña registrada había transformado un concierto en el diván del psicoanalista. Uno que, en vez de cobrar, paga por escuchar cuitas. Al parecer Rocco le explicó al juez de Nueva York, donde luchaban sus progenitores, que prefiere quedarse en Londres, en casa de su padre, en el mismo colegio, antes que dar tumbos junto a la «mamma». Cuentan que el togado abroncó a las dos partes, que han sido incapaces de desbravar el odio, embarradas en una guerra sulfurosa. Pero también consideró lógico atender la petición del crío.