
Manuel Benítez «El Cordobés», no acudió al juicio por la demanda de paternidad interpuesta por Manuel Díaz. Ambos estaban citados a las 11:30 de la mañana en el Juzgado número 4 de Córdoba. El Califa prefirió ir al campo y recoger naranjas, manteniéndose al margen de la marabunta que se formó en el Palacio de Justicia cuando Díaz, su hijo, bajó del taxi acompañado de su mujer, Virginia Troconis, y de su hermano Chema. Ninguno de los dos dudó en acompañar al torero en uno de los momentos más complicados, a la vez que felices, de su vida. «Todo el mundo tiene derecho a saber de dónde procede», afirmó el diestro. A su llegada, la Guardia Civil, nerviosa ante tantos medios de comunicación, acudió al encuentro del torero y, con empujones de por medio, le abrió y facilitó el camino hacia la entrada del juzgado.
El juicio no duró más de cuarenta minutos. Fue rápido. El motivo, según nos explicaba su abogado, es «porque la prueba principal del ADN, realizada por El Cordobés padre en el Hospital Provincial de Córdoba, con todos los requisitos legales previstos, dio un 99,9 por ciento de que era su padre». También aclaró que «no hemos llevado al juicio ni un solo testigo». A su salida, Díaz comentó la ausencia de su padre: «No esperaba que viniese, estoy acostumbrado a estar solo. Era una oportunidad bonita, ha sido un gran torero y podía haber demostrado que es una buena persona», sentenció con voz triste. De todos modos, se mostró comprensivo: «Lo puedo hasta entender. La situación no era agradable, pero yo intento encontrar mi identidad y la de mis hijos. No es el día más feliz, pero sí es el día más tranquilo de mi vida», añadió el torero.
Díaz no quiso pronunciarse sobre la reciente separación de su padre y Martina Freyssa. Lo que sí ha podido averiguar LA RAZÓN gracias a personas cercanas al Cordobés es que ha alquilado un piso en Córdoba. Vive solo, sin la compañía de sus hijos, que permanecen junto a su madre. Estas mismas personas nos aseguran que el Califa se defiende y «está bastante bien». De hecho, el miércoles llevó a su nueva casa unos aparatos para hacer ejercicio y así mantenerse en forma. Benítez, a punto de cumplir 80 años, ha contratado a una mujer dos o tres veces por semana para que le limpie la casa y le lave la ropa. Sus íntimos amigos también acuden a «echarle una manilla», en lo que necesite.