
El suyo no era un amor de película, pero sí idílico en el mundo de la política. Meritxell Batet (43) y José María Lassalle (50) se conocieron hace once años, cuando ambos eran jóvenes diputados en el Congreso –él recién llegado de Cantabria; ella, de Barcelona–, compañeros de escaño, pero en las antípodas ideológicas –él en las filas del Partido Popular; ella, militante del PSOE–, pero el amor no entiende de muchas cosas y por una vez tampoco de colores políticos. Ochomeses después se casaron en Santillana del Mar. Era 2005.
Sin que nadie ni nada se entrometiese en sus vidas, ni siquiera sus diferencias políticas. Así ha sido desde que se dieron el sí quiero en Santillana del Mar, boda a la que Lassalle evitó que fueran retratados durante la ceremonia y no invitó a ningún cargo relevante del partido para quitarle carga política a su relación. No en vano, era la primera boda religiosa de dos políticos de distinto signo, que acaba de perder todo valor, una vez que ella ha autorizado al diario «La Vanguardia» a publicar un dato sobre su vida privada: se ha separado.
De esta forma, Meritxell, que tiene dos hijas mellizas, Adriana y Valeria, se retrotrae a lo que ya vivió como hija de padres separados. No fueron tiempos agradables, pero ella demostró tener la madurez necesaria para estudiar Derecho gracias «a las becas de Felipe González», como siempre ha dicho, no fallar en los exámenes y poner copas por la noche en un par de bares de Barcelona, para costearse sus gastos, pero también para que entrara dinero en casa el tiempo que su madre estuvo en el paro.