
Podría hablarles del Toro de la Vega o de la importancia de los símbolos por la polémica surgida a raíz de las esteladas en el encuentro de la final de la Copa del Rey, de la misma forma que se prohíbe exhibir banderas no constitucionales con una ideología en contra de lo establecido, como la esvástica. Pero me aburre soberanamente. Prefiero hablar de las mujeres que para mí y para varias generaciones han sido un símbolo de estilo y poderío por su personalidad y elegancia, que nada tienen que ver con la belleza, aunque, para qué negarlo, ésta siempre ayuda. Hace casi 2400 años, Aristóteles concluía que la razón por la que queríamos ser más guapas, tener más dinero, una familia feliz, etcétera, era que nos creíamos que obteniendo estas preciadas posesiones íbamos a ser más felices. Éstas no eran un fin en sí mismas, sino un medio para conseguir un fin.