
Madrid siempre ha destacado por ser una ciudad abierta. Pocos lugares saben acoger como lo hace la capital española. Pero quizá este carácter tan extrovertido sea lo que ha provocado que algunos busquen una manera más discreta de disfrutarla. De esta forma, en los últimos tres años hemos visto cómo han empezado a florecer de manera discreta (esa es la máxima que siempre se tiene que respetar) una serie de clubes y locales privados destinados sólo a unos pocos miembros dispuestos a pagar en algunos casos cantidades astronómicas por poder compartir espacio y tiempo con algunas de las personas más influyentes de nuestro país.
Inspirados por las sociedades y los clubes ingleses y americanos, se han configurado como un nuevo punto de encuentro de empresarios, artistas, periodistas o políticos que quieren alejarse del ruido para disfrutar de su tiempo libre. Actividades deportivas y culturales conforman la mayoría del programa mensual de estos espacios, donde se puede reconocer el perfil deAlicia Koplowitz, José María Aznar, Juan Iranzo o Juan Manuel Urgoiti. Por la noche son otros los que toman el relevo en estos espacios: actores, top models, diseñadores y hasta los mismísimos Reyes de España(repitiendo lo que ya hicieron en su momento Don Juan Carlos y Doña Sofía, habituales del Club Financiero Génova cuando todavía eran Príncipes de España) le ponen color a la ciudad cuando el sol se esconde.
Pero que nadie se lleve a equívocos o engaños. No hablamos de sociedades secretas donde se gesta el futuro del país o se descubren los secretos más ocultos de la alquimia. Hablamos de grandes y espaciosos lugares donde, en muchos casos, se ha realizado una gran labor de restauración para devolver a la ciudad rincones que podrían haber tenido un mal final. Los colores claros reinan en unas paredes donde se pueden contemplar cuadros de Picasso, Barceló o Antonio López y la alta gastronomía se disfruta en mesas con algunas de las mejores vistas de Madrid (ya sea su «skyline» o alguno de los desconocidos jardines interiores que pueblan el ensanche madrileño).
El Club Matador fue el primero en volver a poner de moda esta idea de asociarse y actualizarla enfocándose a jóvenes empresarios y Cha Chá The Club ha convertido un antiguo teatro en una sesión que nada tiene que envidiar al delicioso Club Silencio parisino. El último en llegar es Alma Sensai, que abre sus puertas este sábado en pleno barrio de Salamanca con la idea de convertirse en el lugar favorito de las mujeres madrileñas (sólo se aceptan a «algunos hombres buenos»).
El éxito de estos escondites es tal que muchos de sus socios se repiten de un lugar a otro poniendo en valor así el diferente carácter de cada club. Si alguien pensaba que Madrid se estaba convirtiendo en una ciudad aburrida, quizá es que no estaba en la lista adecuada.