
Donald Trump hace tiempo que dejó de ser tan sólo el multimillonario excéntrico que acaparaba titulares con discursos incendiarios. El hombre que apuesta por echar a todos los musulmanes de Estados Unidos para acabar con el terrorismo o por hacer pagar a los mexicanos la construcción de un gran muro en la frontera para frenar la inmigración puede convertirse ahora en el próximo presidente de la primera potencia mundial. El punto fuerte de su campaña es frenar la llegada de aquellos que viajan sin recursos en busca del sueño americano. Pero, ¿qué ocurriría si su propia madre hubiera sido uno de ellos?
La historia idílica contada por la familia y asumida por los medios internacionales es que los padres del rico empresario –Mary Anne y Fred Trump– se conocieron cuando ella se encontraba de vacaciones en Nueva York. Pero nada más lejos de la realidad. Ella, la pequeña de diez hermanos, llegó a Estados Unidos el 11 de mayo de 1930 como una pobre inmigrante con tan sólo 50 dólares en el bolsillo. Apenas cumplidos los 18 años, dejó su Tong natal (Escocia) para trabajar como limpiadora, siguiendo así los pasos de sus hermanas mayores. Pero aún hay más. Mary Anne no sólo escapaba de la miseria que la I Guerra Mundial dejó en su pequeño pueblo, donde murieron más hombres per cápita que en ningún otro lugar del Reino Unido, sino que también huía de un gran escándalo familiar. Su hermana Catherine había tenido un hijo fuera del matrimonio, algo completamente pecaminoso en la Escocia presbiteriana de aquellos tiempos.