
La alcaldesa Carmena, tan sonriente, ineficaz y contradictoria, elevará a los altares políticos el quehacer municipal de su antecesora Ana Botella. Del cielo al purgatorio, qué culpa tendrá el pueblo nada soberano de los tejemanejes, apaños y componendas políticos. La nuevamente risueña señora Aznar –que nunca perdió encanto– retiró de la céntrica Gran Vía, que en sí es ya pasarela para apoteosis ciudadana, la cabalgata del Orgullo Gay. Intentando proscribirla, la quitaron de la circulación ostensible. Fue desplazada al menos populoso y enseñable Atocha. Y aunque este año Cristina Cifuentes, ídolo indiscutible del mundo gay, coincidía con la alcaldesa en devolverla al centro, se impusieron las mantenidas medidas de seguridad impuestas por Interior ante las amenazas terroristas. Mejor quitarla de en medio, al menos este curso, dejándola donde sigue, entre Atocha y Colón. No hay que buscarle tres pies al distanciamiento cuando el orgullo gay es por fin aceptado como pan nuestro de cada día. Díganmelo a mí, que pateé por la playa del muerto de Sitges cuando podía mostrar musculitos. Sus desfiles inundan desde Nueva York hasta el Tel Aviv, tan poco entendido, pero hasta donde llegan anualmente 200.000 judíos de todo el mundo. Su forma de solidaridad es un tanto brusca, la verdad; no son adorables ni cuidadosos en el trato con tal expresión y reconocimiento. Hasta la bullanguera Valencia, que siempre tenía atrevidos teatros con grandes figuras como Amaya o Rosita Amores, ya se manifiesta sin tapujos. Fue otra gran anticipada a reivindicar, aunque fuera solapadamente.
Por esa circunstancia, y tras el rechazo al previsto pregón de los de «Masterchef», pienso que hemos dado un paso atrás. La verdad, yo no veía promotora a Eva González, mujer del Rivera Ordóñez, Cayetano, esta temporada embalado. Lo que no ocurre con su hermano, Fran, más lanzado a realizar anuncios que en buscar el mítico «hueco de Ordóñez» inmortalizado por su abuelo Bobo. Que así llamaban los niños al padre de aquella Carmen impetuosa, caprichosa y sin igual, que superó el sensual molde ideado por Merimé.