Alejandro Sanz ha acudido esta mañana a la Casa las Alhajas de Madrid con motivo de un acto promocional con la marca «Nocilla», cuya última colección de vasos lleva inscritas las letras de algunas de las canciones más conocidas del artista.
El cantante ha aprovechado la ocasión para hablar de su infancia y así ha confesado que de pequeño solía ser un niño «bastante tímido y solitario» y también enamoradizo. Tanto es así que ha recordado como con 14 años no dudó en escaparse de casa para perseguir hasta Lugo a su primer amor, Marta, que le dio calabazas y que lo tuvo cantando allí durante tres semanas en una taberna para poder mantenerse mientras agotaba los últimos cartuchos con la chica.
Sanz ha dado también algunos detalles sobre la segunda parte de la gira «Sirope vivo», adelantando que para el próximo día 15 dará una sorpresa que no ha querido desvelar, no sin antes informar que para la apertura de algunos conciertos contará con el acompañamiento del «Coro Safari», un grupo de niños africanos que ha cautivado al madrileño por versionar algunas de sus canciones.
Así, el artista vuelve a sacar a relucir su faceta solidaria, algo que le convirtió la semana pasada en el primer hombre galardonado con los premios internacionales «YoDona», reconocimiento que fue un gran honor para el cantante, teniendo en cuenta además su especial implicación en la lucha contra la violencia de género. «Es una guerra silenciosa, en la que mueren muchas mujeres», ha dicho esta mañana, mientras recordaba el episodio que vivió el pasado mes de febrero en México, donde interrumpió un concierto para bajar del escenario y recriminar a un espectador su agresión a una chica.
La violencia es un tema que toca muy de cerca a Alejandro, ya que una vez presenció cómo su madre era agredida por un desconocido a la salida de la madrileña estación de metro de Ciudad Lineal. «Aquello se me quedó grabado», ha confesado esta mañana. Su lado solidario le ha llevado a mostrar también su preocupación por los refugiados, mostrándose muy crítico con la postura que está adoptando Europa: «Está detrás, observando, pero sin hacer nada», ha reprochado en la Casa de las Alhajas.