
Como Imelda Marcos –la viuda del dictador filipino, famosa por su colección de más de 1000 pares de zapatos–, Theresa May es conocida por los tacones de leopardo que utilizó para asistir a la conferencia de los tories en 2002, cuando se estrenaba como presidenta. «Nos llaman “el partido desagradable”», dijo entonces a sus compañeros. Fue un discurso duro, pero que, con el tiempo, los conservadores parecen haber digerido bien. Hoy May es la candidata más fuerte a ser primera ministra de Reino Unido. Su contrincante, Andrea Leadsom, actual secretaria de Estado de Energía, no perdió tiempo en llevar la lucha por el número 10 de Downing Street a lo personal. En declaraciones a «The Times», Leadsom, que tuvo tres hijos con su esposo, Ben, dijo que siente «que ser madre significa que realmente tienes algo en juego cuando se trata del futuro de nuestro país». Un comentario dirigido a May, de 59 años, que no tuvo descendencia y que pocos días antes había hablado de ello con «The Telegraph»: «De todos modos puedo empatizar, entender a la gente y preocuparme por la equidad y las oportunidades». Leadsom se apresuró a negar la noticia, pero «The Times» hizo público el audio de la entrevista que la deja en evidencia.
May forma desde hace 32 años una pareja sólida con su esposo Philip, a quien llama «mi roca». Se conocieron en Oxford, donde ella estudiaba Geografía, gracias a una compañera de clase (Benazir Bhutto, la futura primera ministra de Pakistán). La hoy ministra del Interior es una mujer de estilo sobrio, pero con toques arriesgados, como lo demuestran sus zapatos. Sus opiniones políticas, al parecer, se asemejan a su sentido de la moda. En su larga carrera, y a pesar de ser conservadora, ha luchado por los derechos de las mujeres y apoyó la iniciativa de Cameron para legalizar el matrimonio entre parejas del mismo sexo (que Leadsom, en cambio, criticó fuertemente). Su dedicación y disciplina son incuestionables. El ex ministro de Hacienda Ken Clarke la llamó en estos días «una mujer jodidamente difícil», y completó el comentario con un: «Pero yo he trabajado para Margaret Thatcher...».