
Madrid tiene en el barrio de Malasaña su cuna natural de las tiendas de segunda mano. Es la zona de las gangas por excelencia para quienes buscan darle un toque retro a su vestidor. Pero siempre ha habido cierta controversia y ambigüedad entre el concepto “segunda mano” y el término “vintage”. Originalmente se hablaba de “vintage” para aludir a aquellos vinos de añadas pasadas que se habían revalorizado con el tiempo, para convertirse en un producto antiguo de una cosecha de gran calidad. Esa misma acepción es la que otorga a la ropa vintage un valor añadido, sin necesidad de que esas prendas que adquirimos sean de segunda mano. En ciudades como París, coleccionistas de vestidos, abrigos o complementos vintage como Didier Ludot hacen las delicias de todas las mujeres que pasean por las Galerías de los Jardines del Palais Royal, y se quedan embelesadas frente a su escaparate.