La noche del 25 de marzo de 1999 ha oscurecido la imagen de Matilde Solís, ex mujer del duque de Alba, durante años. Cuando estaba sola en su vivienda, un disparo de escopeta perforó uno de sus pulmones. Aunque la Casa de Alba atribuyó el suceso a un accidente casero, las especulaciones sobre si Solís había intentado suicidarse y las razones de que tomase tan drástica decisión circularon por la Prensa. La explicación que tomó más fuerza entonces es que Solís nunca se adaptó al ritmo de su nueva vida junto a Carlos Fitz-James Stuart, que la depresión y su extrema sensibilidad hicieron que se sumiese en un abismo. Ahora, tras un valiente paso de la protagonista de aquella historia, se ha descubierto el supuesto detonante: su psiquiatra, Javier Criado. «Me llamó por teléfono pocos días antes de mi intento de suicidio. Hizo mención a tres temas en concreto que desencadenaron en mi cabeza la absoluta desesperación», reza la carta que Solís publicó.
Las amigas de Solís conocedoras de su historia leyeron el testimonio que la ex mujer de un famoso torero había hecho en Facebook y en el que revelaba que sufrió abusos por parte de su terapeuta, Criado. Las que antaño ofrecieron su hombro a Solís animaron a la ex mujer del duque de Alba a que luchara por sacar a la luz el sufrimiento que había ocultado durante todos estos años.
Matilde Solís habló con sus hijos y, tras recibir su apoyo para que hiciera públicos los supuestos abusos sexuales que sufrió cuando apenas tenía veinte años, decidió dar un paso al frente con el objetivo de que se hiciera justicia, y publicó también en su muro de Facebook las razones que le empujaron a intentar suicidarse.
En el diván del doctor
La publicación de su carta ha desencadenado un efecto dominó en Facebook. A los comentarios de apoyo por parte de familiares y amigos se han sumado los testimonios de otras presuntas víctimas de las malas prácticas de este médico. No sólo se han manifestado mujeres. Un sevillano ha afirmado en su muro de la red social que el paso por la consulta de Criado marcó un antes y un después en su vida. «Me diagnosticó como un niñato, consentido y mal criado, lo abandoné y me costó el desprestigio social y familiar. Pasar 25 años sin tratamiento fue todo un calvario. Rocé la muerte y salí», comentaba este antiguo paciente, que, además, compartía el testimonio de otra de las personas que se tumbaron en el diván del psiquiatra: «Tenía 17 años, fui a su consulta para hablar de mi padre, que en esos momentos pasaba por una mala racha. Llegué a pensar que era yo la paciente, porque, menos de mi padre, todo eran preguntas sobre sexo. Entiendo perfectamente a las que cayeron en sus garras», cuenta. En apoyo a esta mujer, otra afectada aseguraba: «Un día cruzó todas las rayas y me levanté, le empujé y no recuerdo si le abofeteé. Abrí la puerta, que siempre cerraba con pestillo, y eché a correr. Durante mucho tiempo pensé que era culpa mía, nunca entendí su obsesión por el sexo».