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Por Ana Locking / Diseñadora
La causa por la que el estilo de Guillermo Zapata pasa hoy a revisión es, como poco, novedosa. Debemos el descubrimiento a alguien que debió ocupar su tiempo en rebuscar en el «timeline» de la cuenta de Twitter del político para encontrar una grave falta de sensibilidad y de consideración, además de una nefasta infravaloración del alcance de la información a través de las redes sociales. Este error nos hace preguntarnos por qué hay una necesidad de medir lo privado en lo público y cómo los políticos deben exigirse más a sí mismos a la hora de expresar sus opiniones en medios no convencionales que tienen un alcance enorme. Hemos pasado de conocer nuestro pasado a través de las fotos que guardaban nuestros padres de nosotros a un momento en el que todos, tanto personajes públicos como privados, tenemos un pasado visible al mundo a través de las redes sociales, que con menos de 10 años de existencia ya empiezan a dar sus frutos ante un fenómeno de vidas retratadas pormenorizadamente, tanto en lo estético como en cuanto al pensamiento. Respecto a su estilo, sinceramente no lo tiene: el suyo es un caso en el que dará igual la fecha de la fotografía o del lugar. Aunque ahora aparezca sin barba, su falta de interés con respecto a su aspecto es bastante notoria.
LA BARBA, ¿SÍ O NO?
Hay infinitas claves de estilo para elegir entre una barba dandi o una de leñador y, sobre todo, cómo llevarla. Su opción, antes de afeitarse, era la de leñador, pero incluso ésta requiere de ciertos cuidados. La «hipster» debe ser una extensión del estilo total de quien la lleva, y no lucir como si el vello facial se hubiera peleado con el viento. Zapata no ha apostado por proyectar una imagen que guarde cierta estética. Hasta ahora, el resultado es un «look» desaliñado y descuidado.
DENIM EXTRA LARGO
Su manual de estilo no proviene de la estética de los setenta, donde las cinturillas son altas y las campanas del pantalón cubren el zapato, pero sin arrastrar por el suelo. Tampoco podemos buscar referencias en los raperos, cuya estética se debía a la necesidad de esconder entre sus pantalones los objetos de sus delitos. Los de Zapata son simplemente los de alguien que no guarda intención alguna de ser considerado: una cintura caída, el pantalón sin lavar, con el propósito de que mantenga la forma personal de quien lo lleva, y tan bajos que arrastran por el suelo hasta resultar agujereados, pero no como los que vienen así de fábrica; representan más la falta de interés estético.